Lucifer, el portador de la Luz. Normalmente, se suele confundir a esta deidad antigua como el tiempo, la más remota, con el mito de Satanás, la entidad angélica maléfica, señor de todo mal. Pero Lucifer es otra cosa, no tiene nada en común con el satanismo y mucho menos con el Mal.
Lucifer es, entre otras representaciones, un arcángel que por amor a los humanos, se enfrentó con el propio Creador ante la negativa de éste a concederles la principal facultad con la que les creó: la Sabiduría, el libre discernimiento. Después de la derrota contra las tropas que defendían el sometimiento de los humanos, y ante la imposibilidad de destruir a una entidad angélica que luchaba por amor, quien además llevaba la razón, el Creador le exilió al planeta que tan ardorosamente defendía, haciéndole dueño y protector de él: la Tierra. Lucifer, que provenía del majestuoso y enigmático Sirio quedaría en la Tierra hasta el fin de los tiempos.
Lucifer ha sido constantemente relacionado con el Mal. Craso error. Luciferismo significa Humanidad. Todo cuanto concierne a la humanidad en este planeta (plano físico) está relacionado y protegido por el Portador de la Luz.
A Lucifer, por lo tanto, le corresponden las facultades humanas, los sentidos, la sensibilidad e incluso la psique y los sueños. Luciferismo es todo cuanto nos concierne como cuerpo físico en este plano, así como la relación con otros planos de existencia: mental, astral y causal (por sólo nombrar los más cercanos) Luciferismo serían las cuatro dimensiones que el Human puede alcanzar.
No por casualidad las Iglesias cristianas han perseguido con saña el Luciferismo. No ha sido porque la Luz sea maléfica y esté en contra de las creencias cristianas, sino por todo lo contrario, porque la propia esencia cristiana es luciferina; es decir, el cristianismo, como representación humana en el planeta esta dentro de la esfera luciferina y ha de seguirla.